¿Cómo explicar la sensación que desencadena en tu cuerpo una mirada desafiante, de esas que se llevan a tu nuca de paseo?
La piel responde a una, despegándose un algo imperceptible del cuerpo para que el aire refresque la sangre. Aunque aherrojado a la sala Ultramar, volé encandilado con cada provocación de los bailarines de ONIRIA. Una migración del urbanita cansado a la bestia danzarina que duerme demasiado adentro.
¡GRACIAS ONIRIA!
Gracias a ese grupo de bailarines entre los que se encuentran nuestros ex alumnos Estefanía Molina y Víctor Fernández, este último coreógrafo responsable de una de las obras presentadas en su espectáculo 'Y para empezar…'
El oído de Tea, Final dot, Nerón y Con lo puesto conforman el reto. Juego de seducciones, plasticidad y elegancia en negros, rojos y blancos, sombras que agigantan los sueños.
Un trabajo precioso, completo, bien hecho, ese que desaparece en la perfección de cada giro, en la coordinación de entradas y salidas solo aparentemente fáciles.
Hay que estar ahí, seguirlos de cerca, contar con ellos ese “un, dos…”; luchar por despegar el ruido de nuestro cerebro; dejarnos arrancar la piedra de la espalda, esa losa que es nuestra propia humanidad mezquina, la que olvida el baile.
Un, dos… ¡TRES!
¡Despierta! ¡Vuelve a soñar con ONIRIA!