El trabajo bien hecho
DEPARTAMENTO DE PASTORAL
Esta semana tendrán lugar las pruebas de acceso a la universidad para nuestros alumnos de 2º de Bachillerato. A la mayoría de ellos los conocemos desde que entraron en el colegio a los tres años. Podéis imaginar los nervios que tenemos todos y el deseo de que los exámenes decisivos vayan bien.
Durante mucho tiempo les hemos estado preparando para la vida, y también para esta prueba. Primero fue aprender a leer, escribir, sumar y restar. Los conocimientos básicos sobre los que desarrollar el resto de aprendizajes. Este es un buen momento para recordar a aquellos maestros que pusieron los cimientos en edades tempranas, tan primeras que casi no hay recuerdo de ellos; sin embargo, ¡qué importante fue su labor! Después, año tras año, las dificultades crecieron a la par que sus capacidades, hasta llegar a la edad en que deben mostrar que son aptos para cursar estudios superiores.
Todo esto es fruto del trabajo bien hecho, y deseamos que tenga buen término, pero que nadie piense que el resultado es el único indicador del trabajo bien hecho. Pienso en Juana María, quien trabajó con mujeres a menudo prostituidas. ¿Deberíamos medir la calidad de su trabajo por el resultado? ¿Deberíamos hablar de fracaso cada vez que no lograra sus objetivos de encauzar la vida de una obrera y de sus hijos?
¿Cuáles son las características de eso que llamamos “trabajo bien hecho” y que hemos intentado inculcar en nuestros alumnos?